miércoles, 19 de abril de 2017

Rompería mi corazón mil veces con tal de salvar el tuyo.


Tengo a tus diablos metidos en mi pecho 
y me susurran que ahora son ellos los que tienen miedo.
Me cuentan al oído secretos
y me dicen que ya no soy la misma.
Que ya no hay ese brillo en mi mirada
que con tanta ansia ellos intentaban apagar.
Que ya no hay magia en mis movimientos
ni hay claridad en mi voz.
Ya no brillo con luz propia, 
ya no río como antes.
Y entiendo su miedo, yo también lo siento, 
porque no son ellos los que han apagado ningún fuego.
Me consumes a mi misma sin razón
y no hay victoria posible cuando das por perdida 
la esperanza.

Me cuentan al oído que sigo mirando al mundo
pero a colores grises.
Me cuentan que sigo saliendo a la calle
y que me sigue dando la luz del sol,
pero que camino sin destino.
Me dicen que río,
río mucho,
a carcajada limpia hasta llorar,
pero de todas mis desgracias.

Me han dicho tus diablos que retrocedo en mis pasos,
que giro la cabeza y miro 
con la mirada perdida
más allá de todo lo que me rodea,
como si viajara a toda velocidad 
a un lugar en el que nadie puede alcanzarme
pero sin moverme del sitio.
Recordando viejas sonrisas que hoy siguen siendo herida
(no cicatriz).

Me dicen que intento seguir
y acabo cayendo,
que solo consiguo levantarme cuando retrocedo hacia atrás.
Cuando dejo de mirar al futuro
y el miedo se escapa con él
y me aferro a eso que ya voló del nido,
lejos de mi,
porque ahí fuí feliz.
Porque he creado del infierno mi refugio
y del sufrimiento m consuelo.

Y me dicen todo esto.
Me dicen mil cosas más
con las que se me parte el alma.
Porque yo estoy aquí delante
a pocos pasos de ti
esperándote detrás del bosque,
pero tu no haces más que mirar el árbol que tienes delante.
Y aquí sigo yo, 
deseando coser mis heridas,
limpiar con tu rostro mis lágrimas,
sentarme a tu lado cuando caiga
y darte la mano 
solo cuando me sienta preparada para volver a la lucha que supone vivir
sabiendo que hay que seguir adelante
mientras una parte de ti se aleja cada vez más
para no volver a recuperarla nunca.

Y aquí sigo yo,
rota por no ser el foco de tus pupilas,
la primera gota de lluvia después de una sequía,
la bandera blanca en una guerra mundial.
Y aquí sigo yo, 
sin coserme las heridas que se han abierto en tu nombre,
reservando cada pedacito de salvación
nada más que para reparar tus alas
y permitirte, 
por fin 
volar en libertad.

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