martes, 11 de octubre de 2016

He decidido que voy a susurrarte sensaciones, no palabras. He decidido que voy a devolverte lo que me haces sentir. Que hoy, en este momento, serás capaz de entender cada escalofrío que recorre esta piel que un día prohibió volver a emocionarse con alguien.

En un segundo ha desaparecido el pestillo que me llevó años poner. En un segundo me has demostrado que íbamos por la doceava edición, y que yo sostenía la primera edición de la Biblia en mi mano. Me demostraste que las cosas habían cambiado, y que yo seguía siendo igual.

Me has demostrado que las mejores cosas de la vida existen cuando la persona que te lleva de la mano es quien te las enseña. Me has demostrado que aún con venda en los ojos, se puede ver mediante telas transparentes. Me has demostrado que tras cada generalización se esconde un cobarde, y que tras cada excusa para enamorarse se esconde una historia frustrada. 

En este tiempo me has demostrado que las priorizaciones sólo tienen sentido cuando lo que priorizas vale realmente la pena. Y que la pena deja de ser pena cuando lo que has priorizado consigue curarla.

En estos meses has descubierto la mejor parte de mí. Y yo, también. Y es que has aparecido para inventarme. Has aparecido para crear en mí aquellas facetas que ni yo conocía. Para demostrarme que todo es posible y que, para querer, uno se ha de esforzar.

Porque con querer no es suficiente. Por eso, me has enseñado a alimentar con cuidado cada logro, a cuidar con esfuerzo cada día, a tener detalles inesperados o, incluso, a tenerlos aunque se esperaran.

Me has demostrado que no es que lo bueno exista, sino que existe lo mejor. Y que de lo mejor, yo he conocido lo óptimo. Me has regalado la oportunidad de deshacer en pedazos mis esquemas y prejuicios, de construir escaleras para saltar muros.

Hoy, he decidido ser yo contigo. Porque te has merecido la mejor parte de mí.



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